Trabajo sobre Criptografía

Lenguaje

El caso Zimmermann

miércoles, 16 de abril de 2008 by AAA

Los británicos y los americanos también hicieron contribuciones importantes al criptoanálisis aliado. La supremacía de los descifradores aliados y su influencia en la primera guerra mundial quedan perfectamente ilustrados en el desciframiento de un telegrama alemán que fue interceptado por los británicos el 17 de enero de 1917. La historia de este desciframiento muestra cómo el criptoanálisis puede afectar el curso de la guerra al más alto nivel y demuestra las repercusiones potencialmente devastadoras de utilizar una codificación inadecuada. En cuestión de semanas, el telegrama descifrado obligaría a Estados Unidos a replantearse su política de neutralidad, cambiando por ello el equilibrio de la guerra.

El 17 de enero de 1917, los aliados interceptaron un telegrama alemán. Este caso, puso de manifiesto el poder del crpitoanálisis, ya que al descifrar el telegrama el curso de la guerra cambió notablemente. EE.UU. hasta entonces neutral se replanteó su política y cambió el equilibrio de la guerra.

El presidente americano por aquel entonces Woodrow Wilson había pasado los dos primeros años de la guerra negándose categóricamente a enviar tropas estadounidenses para apoyar a los aliados. Además de no querer sacrificar a la juventud de su nación en los sangrientos campos de batalla de Europa, estaba convencido de que sólo se podría finalizar la guerra mediante un acuerdo negociado, y creía que podía servir mejor al mundo si permanecía neutral y actuaba como mediador. En noviembre de 1916, Wilson vio la esperanza de un acuerdo cuando Alemania nombró un nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Arthur Zimmermann , un hombre gigantesco y jovial que parecía anunciar una nueva era de diplomacia progresista alemana.

Allá por 1915, un submarino alemán sumergido había sido el responsable del hundimiento del trasatlántico Lusitania, ahogando a 1.198 pasajeros, incluidos 128 civiles norteamericanos. La pérdida del Lusitania habría arrastrado a Estados Unidos a la guerra si no hubiera sido por las promesas alemanas que de ahora en adelante los submarinos saldrían a la superficie antes de atacar, una restricción pensada con la intención de evitar ataques accidentales contra barcos civiles. Sin embargo no fue así. Los altos mandos alemanes sabían que sus submarinos eran casi invulnerables si lanzaban sus torpedos mientras permanecían sumergidos, y creían que éste resultaría ser el factor decisivo para determinar el desenlace de la guerra. Alemania había estado construyendo una flota de doscientos submarinos, y el Alto Mando Supremo alegó que la agresión submarina sin restricciones cortaría las líneas de suministro británicas y haría que el hambre la obligara a someterse en menos de seis meses.

Una victoria rápida era esencial. La guerra submarina sin restricciones y el inevitable hundimiento de barcos civiles norteamericanos provocaría casi indudablemente que Estados Unidos declararía la guerra a Alemania. Teniendo esto en cuenta, Alemania necesitaba forzar una rendición aliada antes de que Estados Unidos pudiera movilizar sus tropas.

En las tres semanas que quedaban, Zimmermann urdió una especie de póliza de seguros. Si la guerra submarina sin restricciones aumentaba las probabilidades de que Estados Unidos entrase en la guerra, Zimmermann tenía un plan que retrasaría y debilitaría la implicación norteamericana en Europa, y que incluso podría desalentarla completamente. La idea de Zimmermann era proponer una alianza con México y persuadir al presidente mexicano de que invadiera Estados Unidos y reclamara territorios como Texas, Nuevo México y Arizona. Alemania apoyaría a México en su batalla contra el enemigo común, ayudándole económica y militarmente.

Además, Zimmermann quería que el presidente de México actuara como mediador y persuadiera a Japón de que también debía atacar a Estados Unidos. De esta manera, Alemania amenazaría la costa este de Estados Unidos, Japón atacaría desde el oeste, mientras que México invadiría desde el sur. El principal móvil de Zimmermann era crear tales problemas a Estados Unidos en su propio territorio que no pudiera permitirse enviar tropas a Europa. Así, Alemania ganaría la batalla en el mar, ganaría la guerra en Europa y luego se retiraría de la campaña americana. El 16 de enero, Zimmermann compendió su propuesta en un telegrama dirigido al embajador alemán en Washington, que debía transmitido al embajador alemán en México, que finalmente lo entregaría al presidente mexicano. El mensaje era el siguiente:

Nos proponemos comenzar la guerra submarina sin restricción el 1 de febrero. A pesar de ello, procuraremos mantener neutral a Estados Unidos. En caso de que esto no tenga éxito, hacemos a México una propuesta de alianza con la siguiente base: hacer la guerra juntos, hacer la paz juntos, ayuda económica generosa y el entendimiento por nuestra parte de que México reconquistará los territorios perdidos de Texas, Nuevo México y Arizona. El acuerdo detallado se lo dejamos a usted.

Usted informará al presidente [de México] sobre esto en el mayor de los secretos, en cuanto el estallido de la guerra con Estados Unidos sea seguro, y añadirá la sugerencia de que él podría, por iniciativa propia, invitar a Japón a adherirse inmediatamente y, al mismo tiempo, de mediar entre Japón y nosotros.

Por favor, señale al presidente el hecho de que el uso sin restricción de nuestros submarinos ofrece ahora la perspectiva de obligar a Inglaterra a firmar la paz en pocos meses. Acuse recibo.

Zimmermann



Zimmermann tuvo que codificar su telegrama porque Alemania era consciente de que los aliados interceptaban todas sus comunicaciones transatlánticas como consecuencia de la primera acción ofensiva británica de la guerra. Antes del amanecer del primer día de la primera guerra mundial, el barco inglés Telconia se aproximó a la costa alemana resguardado por la oscuridad, soltó el ancla e izó un conjunto de cables submarinos. Eran los cables transatlánticos de Alemania, sus nexos de conexión con el resto del mundo. A la salida del sol, ya habían sido cortados. Este acto de sabotaje pretendía destruir los medios de comunicación más seguros de Alemania, obligando con ello a que los mensajes alemanes fueran enviados a través de las inseguras conexiones por radio o a través de cables pertenecientes a otros países. Zimmermann se vio obligado a enviar su telegrama cifrado a través de Suecia y, como respaldo de seguridad, también a través del cable más directo, que pertenecía a Estados Unidos. Ambas rutas tocaban Inglaterra, lo que significó que el texto del telegrama Zimmermann, como llegaría a ser conocido, no tardó en caer en manos británicas.

El telegrama interceptado fue enviado inmediatamente a la Sala 40, la agencia de cifras del Ministerio de Marina, que llevaba ese nombre por la oficina en la que se alojaba inicialmente.

Cuando el telegrama cifrado de Zimmermann llegó a la Sala 40 se encargó a Montgomery que lo descifrase, junto a Nigel de Grey , un editor procedente de la empresa de William Heinemann. Descubrieron inmediatamente que se trataba de una forma de codificación utilizada sólo para comunicaciones diplomáticas de alto nivel y abordaron el telegrama con bastante urgencia. El desciframiento estaba lejos de ser fácil, pero pudieron servirse de análisis previos de otros telegramas codificados de manera similar. En unas pocas horas, el dúo de descifradores había conseguido recuperar varios trozos de texto, lo suficiente para ver que estaban descubriendo un mensaje de suma importancia. Montgomery y De Grey perseveraron en su tarea, y antes de que acabara el día pudieron discernir el esbozo de los terribles planes de Zimmermann. Se dieron cuenta de las atroces consecuencias de la guerra submarina sin restricción, pero, al mismo tiempo, podían ver que el ministro alemán de Asuntos Exteriores estaba alentando un ataque contra Estados Unidos, lo que probablemente provocaría al presidente Wilson a abandonar la neutralidad norteamericana. El telegrama contenía la más mortal de las amenazas, pero también la posibilidad de que Estados Unidos se uniera a los aliados.

Montgomery y De Grey llevaron el telegrama parcialmente descifrado al almirante sir William Hall , director de la Inteligencia Naval, esperando que pasaría la información a los norteamericanos, arrastrándolos así a la guerra. Sin embargo, el almirante Hall se limitó a colocar el desciframiento parcial en su caja fuerte, alentando a sus criptoanalistas a continuar rellenando los espacios en blanco. Se sentía reacio a pasar a los norteamericanos un desciframiento incompleto, en caso de que hubiera una advertencia vital que todavía no había sido descifrada. También había otra preocupación que le rondaba por la cabeza. Si los británicos entregaban a los norteamericanos el telegrama de Zimmermann descifrado, y éstos reaccionaban condenando públicamente la propuesta agresión alemana, los alemanes comprenderían que su método de codificación había sido adivinado. Esto los empujaría a desarrollar un nuevo sistema de codificación más fuerte, ahogando así un canal vital de inteligencia. En cualquier caso, Hall era consciente de que el ataque submarino total comenzaría en tan sólo dos semanas, lo que podría ser suficiente en sí mismo para incitar al presidente Wilson a declarar la guerra a Alemania. No tenía sentido poner en peligro una valiosa fuente de inteligencia cuando el resultado deseado podía suceder de todos modos.

El 1 de febrero, tal como había ordenado el káiser, Alemania inició la guerra naval sin restricción. El 2 de febrero, Woodrow Wilson mantuvo un consejo de ministros para decidir la respuesta norteamericana. El 3 de febrero habló al Congreso y anunció que Estados Unidos continuaría permaneciendo neutral, actuando como pacificadores, no como combatientes. Esto iba en contra de las expectativas aliadas y alemanas. La reticencia norteamericana a unirse a los aliados no dejó al almirante Hall otra opción que sacar partido al telegrama Zimmermann.

En las dos semanas transcurridas desde que Montgomery y De Grey se habían puesto en contacto con Hall por vez primera habían completado el desciframiento. Además, Hall había encontrado una manera de evitar que Alemania sospechara que su seguridad había sido violada. Se dio cuenta de que Von Bernstorff, el embajador alemán en Washington, habría remitido el mensaje a Von Eckhardt, el embajador alemán en México, tras haber realizado algunos pequeños cambios. Por ejemplo, Von Bernstorff habría suprimido las instrucciones dirigidas a él mismo, y también habría cambiado la dirección. Von Eckhardt habría entregado entonces esta versión revisada del telegrama, sin codificar, al presidente de México. Si Hall pudiera obtener de algún modo esta versión mexicana del telegrama de Zirnmermann, entonces podría publicarlo en los periódicos y los alemanes supondrían que había sido robado al gobierno mexicano, no interceptado y descifrado por los británicos cuando iba de camino a América. Hall se puso en contacto con un agente británico en México, conocido tan sólo como Mister H., que a su vez se infiltró en la oficina de telégrafos mexicana. Mister H. logró obtener exactamente lo que necesitaba, la versión mexicana del telegrama Zirnmermann.

Fue esta versión del telegrama la que Hall entregó a Arthur Balfour, el secretario de Estado de Asuntos Exteriores británico. El 23 de febrero, Balfour convocó al embajador norteamericano, Walter Page, y le entregó el telegrama de Zimmermann. Posteriormente diría que ése fue «el momento más dramático de toda mi vida ». Cuatro días después, el presidente Wilson vio por sí mismo la «elocuente evidencia », como él la llamó, que probaba que Alemania había fomentado la agresión directa contra Estados Unidos.

El telegrama fue publicado en la prensa y, por fin, la nación norteamericana se vio enfrentada a la realidad de las intenciones de Alemania. Aunque no había muchas dudas entre la gente estadounidense de que deberían tomar represalias, entre los miembros del gobierno existía la preocupación de que el telegrama pudiera ser un engaño, fabricado por los británicos para garantizar la implicación de Estados Unidos en la guerra. Sin embargo, la cuestión de la autenticidad se disipó muy pronto, cuando Zimmermann admitió públicamente ser su autor. En una rueda de prensa celebrada en Berlín, sin ser acuciado, afirmó simplemente: «No puedo negado. Es verdad.»

En Alemania, el Ministerio de Asuntos Exteriores inició una investigación sobre cómo habían obtenido los norteamericanos el telegrama Zimmermann. Se tragaron el ardid de Hall y llegaron a la conclusión de que «varios indicios sugieren que la traición se cometió en México». Mientras tanto, Hall continuó maniobrando para evitar que la atención recayera sobre el trabajo de los criptoanalistas británicos. Insertó una noticia en la prensa británica criticando a su propia organización por no haber interceptado el telegrama Zimmermann, lo que, a su vez, dio lugar a una avalancha de artículos que atacaban al servicio secreto británico y alababan a los norteamericanos.

Al comienzo del año, Wilson había dicho que sería un «crimen contra la civilización» llevar a la nación a la guerra, pero el 2 de abril de 1917 había cambiado de opinión: «Recomiendo al Congreso que declare que el reciente curso del Gobierno Imperial no es en realidad otra cosa que la guerra contra el gobierno y la población de los Estados Unidos y que acepte formalmente la condición de beligerante a la que se ve empujado.» Un solo logro de los criptoanalistas de la Sala 40 había conseguido lo que tres años de diplomacia intensiva no habían podido lograr. Barbara Tuchman, historiadora estadounidense y autora de El telegrama Zimmermann, ofreció el siguiente análisis:

Si el telegrama nunca hubiera sido interceptado o publicado, inevitablemente los alemanes habrían hecho algo que habría terminado por metemos en la guerra. Pero era ya muy tarde y, si nos hubiéramos demorado mucho más tiempo, puede que los aliados se habrían visto obligados a negociar. Hasta tal punto alteró el telegrama Zimmermann el curso de la Historia... En sí mismo, el telegrama Zimmermann era sólo un guijarro en el largo camino de la Historia. Pero un guijarro puede matar a un Goliat, y éste mató la ilusión norteamericana de que podíamos seguir con nuestros asuntos alegremente, separados de las demás naciones. En el ámbito de los asuntos del mundo, se trató de una pequeña conspiración de un ministro alemán. En la vida de la gente norteamericana, fue el final de la inocencia.

Filed under having  

0 comentarios: